Reflexión inmortal sobre nuestra humana identidad andina

  • Cuando nuevamente llegaríamos, seguiría siendo la misma, el de siempre, aquel pueblo, no habríamos de olvidarlo jamás, a pesar de los pesares lo extrañaríamos como siempre, nos causaría un delirio, una dulce melancolía, derramaríamos una lagrima al volver a verlo y definitivamente sería nuestra inmortal tierra en donde nacimos y que al final de todo la amamos tanto como a la madre, y era en esencia la madre de nuestra madre y así era siempre nuestro.
  • Nacimos, crecimos, aprendimos las primeras letras, con el maestro hostigándonos hasta el olvido, jugando en sus territorios, paseando por sus calles despobladas, creando bullicio para que el silencio no se apoderada de sus empedradas calles, al atardecer un enorme rebaño pasaba por su calles, balando y, detrás de todo un humilde pastor, con zurriago en mano. Por entonces éramos niños, jugábamos canicas en plena calle, con los niños del vecindario, reíamos estruendosamente, a veces habían riñas enormes porque algo había sucedido, un juego tramposo, había jugado dos veces; las madres venían y nos correteaban coléricas, a veces agarrábamos mochilas ajenas, la madre nos castigaba, al día siguiente en la escuela buscábamos al descuidado que se había llevado nuestra mochila. Los niños del campo jugábamos en la carretera, cada hora pasaba un carro, por eso había la libertad de hacerlo, corríamos presurosos, jugando, llegábamos tarde a casa, papá nos reñía, mamá nos preparaba la cena después de cercar los rebaños, era siempre buena con nosotros, por eso siempre la recordaríamos.
  • A veces en el afán de jugar hasta que la noche tragara al sol, olvidábamos hace nuestras tareas, al día siguiente estábamos al frente para que el profesor nos castigara con su poderosa tablita, y nosotros medio riendo, medio adolorido nos íbamos presurosos a nuestras carpetas. Cuando mamá se enteraba de que fuimos castigados, ella nos parodiaba diciendo que felicitaría al profesor.
  • Por entonces nos fuimos haciendo adolecentes, terminamos la escuela, nos fuimos al colegio, otros a la capital de provincia, otros a la capital del departamento, otros sin embargo nos quedamos en la capital del distrito, algunos de la escuela nos volvimos a ver la cara, hola compañero y adiós, ya no éramos como antes, ahora queríamos tener nuevos amigos.
  • El pueblo era pequeño, todos nos conocíamos, nadie era foráneo, a veces llegaban nuevos compañeros, de otros distritos, y era emocionante conocerlos; juagábamos como siempre, primero, segundo, tercero, niños aun, nos correteábamos, jugábamos en el patio del fondo, escapábamos de clase y era divertido. Cuando entramos en cuarto todo cambio cuando uno de los nuestros tuvo su primera enamorada, luego otro y otro más y así terminamos separándonos. Entramos en quinto y a nadie le importaba nada, algunos ya tomaban y fumaban, otros solo esperaban terminar e irse a trabajar, la mina siempre era un buen lugar para ganar un buen sueldo, pero la universidad era un delirio o simplemente nos existía. Durante ese tiempo todos cambiamos, estábamos tristes porque ya más nunca volveríamos a las clases del colegio. Llego diciembre, terminaron las clases y adiós para siempre, nos veríamos casualmente en la calle, hola, como estas y adiós otra vez.
  • Algunos seguimos estudiando y aspiramos a la universidad, era raro que un chico del campo pensara en la universidad, era más raro aun que pretendiera ingresar a una buena carrera. Llegamos a la ciudad, entramos en academias y es ahí donde vimos que el nivel de nuestra preparación estaba por debajo de todas, sabíamos poco pero teníamos ganas de aprender, teníamos ganas de estudiar, se saberlo todo; pero otros nos humillaban porque no sabíamos ni sumar bien grandes cantidades. Vimos a otro chicos del campo, eran como nosotros estaban atrasados como nosotros, era difícil que todo lo que no aprendimos en cinco años quisiéramos aprender en cuatro o cinco meses, los chicos de la ciudad eran soberbios, creían que eran superiores a nosotros, por tener la piel clara, en cambio nuestros rostros eran quemados y éramos un poco morenos; de cuando en cuando nos avergonzábamos, y las chicas nos trataban mal por nuestra condición. El tiempo pasaba y nosotros aprendíamos mas, nos dedicábamos todo el tiempo a estudiar, a veces no nos lavábamos, hubo un día en que nuestro nivel de conocimiento estaba sobrepasando a los chicos de la ciudad, ellos eran un poco dejados, nosotros no teníamos muchos amigos, ellos si, se iban por las calles entraban en bares, tomaban y fumaban hasta el amanecer, a veces se acostaban con nuestra compañeras y no se que harían, llegaban a la academia con el aliento nauseabundo. Un día extraño, nos dimos cuenta de que sabíamos más que los demás, porque venían los chicos de la ciudad a pedirnos un favorcito, nos daban unos problemitas de matemática y nosotros en un dos por tres ya estaban resueltos.
  • En ese tiempo los otros chicos del campo eran raros, no estudiaban, algunos les preguntaban de donde eran y negaban el lugar de su origen, mencionaban la capital de provincia, u otro lugar, nunca mencionaban a su pueblito, a veces nos daba vergüenza a nosotros también, preguntaban por su padre y decían que era profesor u otra cosa, y lo negaban; nuestro padres trabajaban en la ganadería, estaban tras el ganado, ordeñando la vaca para mandarnos aquí para estudiar, nuestras madres estarían pensando en nosotros, que estaríamos estudiando, en cambio nosotros negándolas, a veces llorábamos al recordarla, nos daba cólera cuando oíamos que alguien negaba el lugar de su origen, negaban todo y querían ser otros, si negaban a su padre a su madre entonces negaban su raza.
  • En la ciudad nadie hablaba en quechua, pero como nosotros éramos del campo, a veces hablábamos entre nosotros en quechua, algunos chicos de la ciudad se ridiculizaban, no miraban como a animales raros, nos sentíamos mal, pero terminábamos riéndonos, los otros chicos en cambio negaban rotundamente su idioma, según ellos no sabían nada, y nos daba cólera aquella hipócrita actitud. Es ahí donde terminamos comprendiendo que nadie se valora como es, que no sabemos reconocernos a nosotros mismos y que siempre estamos buscando ser otros, aquellos otros que no pudimos ser.
  • Aquellos chicos siempre nos causaban cólera, un día les preguntaron de donde eran y mencionaron otra ciudad, otra región. ¿Cómo puede ser tan así? Decíamos, estábamos seguros de que ingresando a la universidad, terminándola se querría ir a su pueblo, llegar un poco altanero y ser alcalde de su pueblo, pero ¿Cómo haría eso? Si hoy niega a su pueblo, dice no conocerlo; negando nuestro pasado solo se gana desconocimiento de si mismo. Muchos no sabíamos por entonces que si no mirábamos nuestro pasado no podríamos mirar todavía nuestro futuro. Si miras al frente y tienes un mundo abierto, no te olvides de mirar también tu pasado, es de ahí donde vienes, de esa casucha quien tu padre construyo y que tantas veces te cobijo de la lluvia, es de esas calles sin presencia humana, es de ahí de donde vienes, vienes de ese pasado humilde; y si ahora pretendes llegar a mas quieres dejarlo todo y borrar esa memoria, quieres negar a tu madre que se viste con pollera y ojotas, negar a ese padre que se sacrifico por darte los últimos centavos de su bolsillo solo para hacerte profesional y no querer que un día también fueras como él, hoy que pretendes negarlo que vergüenza de ser hombre, que vergüenza de ser mujer, que vergüenza de ser hijo.
  • Más bien di que soy hombre y soy como soy y soy como todos los otros, un chico del campo, que vino del campo, que aprendió aquí, que un día salió de ese pueblo para buscar un futuro y al encontrarlo volver y decir que ese pueblo ha sido siempre su pueblo y cambiarlo sin negar nada, sin negar su pobreza y su atraso, sin negar su analfabetismo.
  • Ahora que estamos en la universidad nos damos cuenta de muchas cosas, cosas que nuestro orgullo juvenil nos cegaba, aprendimos a valorar el sacrifico de los padres, a valorar el idioma que aprendimos de niños y que nunca habríamos de olvidarlo, porque es ese idioma que habla mi madre y mis vecinos de aquel pueblo que hoy extraño mas que nunca.
  • Muchas veces buscamos lo humano en cada persona, y encontramos toda la esencia de que el pasado y lo que aprendimos esta siempre ahí, acompañado nuestra cruzada, dándonos leves golpecitos, acechándonos de cerca, ya lejos pero esta ahí.
  • Seguro que no están más aquellos otros chicos del campo que negaban todo lo que eran, y seguro que hoy están arrepentidos porque nada ganaron y de seguro perdieron mucho. Solo hoy nos damos cuenta de cuánto valor tiene cada cosa que aprendimos de niños, que aprendimos de los padres.
  • Ahora mismos seguramente mama ya estaría viniendo del campo, con kilos de papa, carne y chuño, con moldes de queso, con tantas cosas que no las encuentro sabrosa en esta ciudad y que en mi pueblo las siento dulce y sabrosa, mas aun cuando mi madre me las trae. Hay otros chicos que cuando llega la madre se sienten raros y no quieren su compañía solo porque usa pollera o es un poco sin rostro para la ciudad. Yo lo encuentro un sentido el estar en la universidad cuando mi madre me visita e inspecciona curiosamente mis libros aunque sin entenderlo, mira las fotos a veces la explico y se emociona, mis libros son mis camaradas que emocionan a mi madre cuando viene, las mira y piensa que todo eso nunca la leería ella.
  • Cuando llegamos nuevamente al pueblo, vamos al campo, respiramos aire nuevo y fresco, no ya el aire contaminado de la ciudad, sentimos un febril estremecimiento, pero hay otros, otros como nosotros que solo esperan desesperados el domingo para venirse, porque aborrecen los quehaceres que ordena mamá o papá, y siempre nos venimos, ahora si con ganas de estudiar, y cuando llegamos olvidamos todo y nuevamente no hacemos nada, mientras papá y mamá están trabajando para ganarse un poco de dinero y dárnoslo para la siguiente semana. Sucede en todos lados y ya estamos acostumbrados.
  • En fin, después de todo, seriamos buenos ciudadanos y serviríamos a nuestro pueblo con todo corazón. Nunca negaríamos nuestra raza, a nuestro idioma y pero aun nunca habríamos de negar a aquellos padres que tanto han hecho por templar nuestra correcta personalidad, un saludo a todos aquellos buenos hombres que forjan su futuro sin olvidarse de donde vienen, ni negar nada que los demás parodiarían; enfrentar siempre la burla y la mofa y pasearse valerosos ante la adversidad de la vida. Entender que somos seres humanos y que todos y cada uno de nosotros tiene una historia y que nunca habríamos de olvidarlo y menos negarlo para pretender ser otro lo cual nunca fuimos ni seriamos.

 

La cuestión de la identidad

¿Cómo funcionó y funciona la desestructuración mental que remata en la pérdida de identidad?
Cualquier proyecto de vida, sea personal, grupal, comunal; no tendrá posibilidades de éxito si primero no definimos el tema de la identidad.
¿Quién soy yo? ¿Quién eres tú? ¿Quiénes somos nosotros?, sólo sabiendo quienes somos podemos saber a dónde tenemos que ir, con quiénes, contra quiénes, al lado de quiénes.
Porque, por no saber quiénes somos (y por muy izquierdistas o nacionalistas que seamos) podemos llegar a matarnos entre nosotros mismos.

Mundo occidental y mundo andino

En el mundo occidental la unidad es uno, todo vale por uno, todo es uno, por eso es individualista; todo es Chacha-Warmi, por eso es colectivista, solidaria.
El hombre solo no vale, la mujer sola tampoco, valen como pareja. Para ser autoridad el requisito fundamental es ser pareja, ambos son autoridades.
En el mundo occidental el hombre está sobre la tierra, por eso puede vender la tierra, alquilarla, enajenarla, explotarla.

En el mundo Andino el hombre no está sobre la tierra, el hombre es parte de la tierra, por eso tiene que respetarla, cuidarla, tomar de ella solo lo necesario.
En el mundo occidental el poder puede ejercerlo solo una persona cuantas veces sea posible, en el mundo andino una sola vez se tiene oportunidad de ejercer el poder. Este poder tiene que tocar a todos los miembros de la comunidad pero no retorna a la misma persona. El poder no está reservado solo para el que sabe leer y escribir o el académico, todos tiene que aprender a ejercer el poder.
La democracia occidental está basada en mayorías y menorías, por ello los que pierden y son mayoría siempre inviabilizarán a los que ganan. En la democracia comunal no hay mayorías ni menorías, aquí funciona el consenso.
La democracia occidental es un vicio, la democracia andina un servicio.

¿Quiénes somos?

Entonces ¿Quién Soy? Quiénes somos?

 

ESTO SOMOS: nacimos y vivimos en un territorio andino, tenemos una cultura andina, practicamos una religión andina, hablamos idiomas andinos, entonces, ¡soy un andino! Ni indio ni campesino! Andino en primer lugar, peruano por esta cuestión de los documentos.
Los shipibos son shipibos en primer lugar por las mimas razones.
Ahora, ¿existe identidad peruana? Qué implica ser peruano?

Cuando lean esto probablemente algunos piensen que estamos planteando volver al pasado.
¡No! No se trata de un retorno romántico al pasado sino de una recuperación científica de ese pasado.
No se trata del color de la piel, ni mucho del idioma, sino es una cuestión de estructura mental, cuestión de lógica, de comportamiento.

 

Qué tipo de sociedad buscamos

 

Buscamos construir una sociedad de iguales, pero, para que dentro de esa igualdad tengamos derecho a ejercer nuestra diferencia.
Buscamos construir un Perú socialmente justo, ecológicamente equilibrado, políticamente pluralista pero sin partidos reaccionarios, autogestionaria y autodeterminada pero también internacionalista dentro de la búsqueda del bien común.

Una forma de cultura política que tenga su representación en liderazgos naturales, en servir y no servirse, representar y no suplantar, construir y no destruir, obedecer y no mandar, proponer y no imponer, convencer y no vencer... Estas son evidencias de una forma de práctica política no tanto partidaria, sino parida por las comunidades, nacida desde nuestras raíces, desde nuestra identidad. ¡Ésta es una utopía... pero posible

......HUMILDAD......

Actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo. La humildad es una virtud de realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos, es decir, ser conscientes de nuestro conocimiento, realidad e ignorancia. 

 

pensamientos de humildad

 

·         Cuando no hay humildad, las personas se degradan.

·         El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.

·         Quiero vivir y morir en el ejército de los humildes, uniendo mis oraciones a las suyas, con la santa libertad del obediente.

·         La humildad de los hipócritas es el más grande y el más altanero de los orgullos.

·         Uno debe ser tan humilde como el polvo para poder descubrir la verdad.

·         Cuanto más grandes somos en humildad, tanto más cerca estamos de la grandeza

·         No seas jamás humilde con los soberbios, ni soberbio con los humildes

·         Saber llorar es la sabiduría de la sencillez

·         Sobre la humildad se fundan todas las demás virtudes y quien carece de humildad no puede vivir cristianamente

  

Lo que todos deseamos:

 

 

 

Todos deseamos una palabra de aliento cuando las cosas no han ido bien.

Comprensión de los demás cuando, a pesar de la buena voluntad, nos hemos vuelto a equivocar.

Que se fijen en lo positivo más que en los defectos.

Que haya un tono de cordialidad en el lugar donde trabajamos o al llegan a casa.

se nos exija en nuestro trabajo, pero de buenas maneras.

Que nadie hable mal a nuestras espaldas.

Que haya alguien que nos defienda cuando se nos critica y no estamos presentes

se preocupen de verdad por nosotros cuando estamos enfermos.

Que se nos haga la corrección fraterna de las cosas que hacemos mal, en vez de comentarlas con otros; y que recen por nosotros
y...
Estas son las cosas que, con humildad y espíritu de servicio, hemos de hacer por los demás. Si nos comportamos así, entonces: Aunque vuestros pecados fueran como la grana, quedarán blancos como la nieve. Aunque fueren rojos como la púrpura quedarán como la blanca lana.

 

 

Lo que todos debemos cambiar: la soberbia

 

 

Por el orgullo buscamos la superioridad ante los demás.

La soberbia consiste en el desordenado amor de la propia excelencia.

La soberbia es la afirmación aberrante del propio yo.

El hombre humilde, cuando localiza algo malo en su vida puede corregirlo, aunque le duela.

El soberbio al no aceptar, o no ver, ese defecto no puede corregirlo, y se queda con él. El soberbio no se conoce o se conoce mal.

Los grados de la humildad


1 Conocerse. Primer paso: conocer la verdad de uno mismo.
Ya los griegos antiguos ponían como una gran meta el aforismo: "Conócete a ti mismo". La Biblia dice a este respecto que es necesaria la humildad para ser sabios: Donde hay humildad hay sabiduría . Sin humildad no hay conocimiento de sí mismo y, por tanto, falta la sabiduría.

Es difícil conocerse. La soberbia, que siempre está presente dentro del hombre, ensombrece la conciencia, embellece los defectos propios, busca justificaciones a los fallos y a los pecados. No es infrecuente que, ante un hecho, claramente malo, el orgullo se niegue a aceptar que aquella acción haya sido real, y se llega a pensar: "no puedo haberlo hecho", o bien "no es malo lo que hice", o incluso "la culpa es de los demás".

Para superar: examen de conciencia honesto. Para ello: primero pedir luz , y después mirar ordenadamente los hechos vividos, los hábitos o costumbres que se han enraizado más en la propia vida - pereza o laboriosidad, sensualidad o sobriedad, envidia...

2 Aceptarse. Una vez se ha conseguido un conocimiento propio más o menos profundo viene el segundo escalón de la humildad: aceptar la propia realidad. Resulta difícil porque la soberbia se rebela cuando la realidad es fea o defectuosa.

Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Si se acepta con humildad un defecto, error, limitación, o pecado, se sabe contra qué luchar y se hace posible la victoria. Ya no se camina a ciegas sino que se conoce al enemigo. Pero si no se acepta la realidad, ocurre como en el caso del enfermo que no quiere reconocer su enfermedad: no podrá curarse. Pero si se sabe que hay cura, se puede cooperar con los médicos para mejorar. Hay defectos que podemos superar y hay límites naturales que debemos saber aceptar.

Dentro de los hábitos o costumbres, a los buenos se les llama virtudes por la fuerza que dan a los buenos deseos; a los malos los llamamos vicios, e inclinan al mal con más o menos fuerza según la profundidad de sus raíces en el actuar humano. Es útil buscar el defecto dominante para poder evitar las peores inclinaciones con más eficacia. También conviene conocer las cualidades mejores que se poseen, no para envanecerse, sino para dar gracias a Dios, ser optimista y desarrollar las buenas tendencias y virtudes.

Es distinto un pecado, de un error o una limitación, y conviene distinguirlos. Un pecado es un acto libre contra la ley de Dios. Si es habitual se convierte en vicio, requiriendo su desarraigo, un tratamiento fuerte y constante. Para borrar un pecado basta con el arrepiento y el propósito de enmienda unidos a la absolución sacramental si es un pecado mortal y con acto de contrición si es venial. El vicio en cambio necesita mucha constancia en aplicar el remedio pues tiende a reproducir nuevos pecados.

Los errores son más fáciles de superar porque suelen ser involuntarios. Una vez descubiertos se pone el remedio y las cosas vuelven al cauce de la verdad. Si el defecto es una limitación, no es pecado, como no lo es ser poco inteligente o poco dotado para el arte. Pero sin humildad no se aceptan las propias limitaciones.  El que no acepta las propias limitaciones se expone a hacer el ridículo, por ejemplo, hablando de lo que no sabe o alardeando de lo que no tiene.

Vive según tu conciencia o acabarás pensando como vives. Es decir, si tu vida no es fiel a tu propia conciencia, acabarás cegando tu conciencia con teorías justificadoras.

3 Olvido de sí. El orgullo y la soberbia llevan a que el pensamiento y la imaginación giren en torno al propio yo. Muy pocos llegan a este nivel. La mayoría de la gente vive pensando en si mismo, "dándole vuelta" a sus problemas. El pensar demasiado en uno mismo es compatible con saberse poca cosa, ya que el problema consiste en que se encuentra un cierto gusto incluso en la lamentación de los propios problemas. Parece imposible pero se puede dar un goce en estar tristes, pero no es por la tristeza misma sino por pensar en sí mismo, en llamar la atención.

El olvido de sí no es lo mismo que indiferencia ante los problemas. Se trata más bien de superar el pensar demasiado en uno mismo.  En la medida en que se consigue el olvido de sí, se consigue también la paz y alegría. Es lógico que sea así, pues la mayoría de las preocupaciones provienen de conceder demasiada importancia a los problemas, tanto cuando son reales como cuando son imaginarios. El que consigue el olvido de sí está en el polo opuesto del egoísta, que continuamente esta pendiente de lo que le gusta o le disgusta. Se puede decir que ha conseguido un grado aceptable de humildad. El olvido de sí conduce a un santo abandono que consiste en una despreocupación responsable. Las cosas que ocurren -tristes o alegres- ya no preocupan, solo ocupan.

4 -Darse. Este es el grado más alto de la humildad, porque más que superar cosas malas se trata de vivir la caridad, es decir, vivir de amor. Si se han ido subiendo los escalones anteriores, ha mejorado el conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo como eje de todos los pensamientos e imaginaciones. Si se mata el egoísmo se puede vivir el amor, porque o el amor mata al egoísmo o el egoísmo mata al amor